Originario de Asia y África, el albaricoquero es un árbol frutal propio de las zonas templadas. De tamaño medio (alcanza entre seis y ocho metros en edad adulta), el albaricoquero común se presenta como un árbol uniforme, de copa redondeada y ramas extendidas. Su madera es de color rojizo y no está muy valorada en la industria maderera. El albaricoquero requiere suelos ligeros, fértiles, drenados, profundos y con un clima benigno. Requiere humedad constante pero no hace falta regarlos con asiduidad pues el exceso de agua les puede perjudicar.
Aunque prefiere el calor al frío, podemos cultivar el albaricoquero en zonas frías siempre y cuando protejamos la planta manteniéndola a cubierto. En ocasiones, además, se suele emplear la técnica del abanico. Esta consiste en adosar el árbol, con las ramas laterales abiertas, a una pared o muro, eliminando las ramas centrales. Con esta práctica se pretende aprovechar el calor y la luz que arroja la pared al ser iluminada por el sol.
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