Las begonias son plantas sumamente decorativas en todas sus formas, ya sea que se las cultive por las flores, las que pueden encontrarse en una increíble variedad de tonalidades entre el amarillo hasta el rojo oscuro (pero siempre con la exclusión de los azules y de las violetas), como por la gracia, la belleza y, a veces, la originalidad del follaje. Son todas, esencialmente, plantas de sombra, aunque la «flor de azúcar», y las begonias tuberosas pueden soportar una pequeña cantidad de sol, especialmente en los climas más frescos y húmedos. Las primeras, por el contrario, fieles al nombre de Begonia semperflorens, florecen aun en invierno en los lugares donde la temperatura no es muy elevada, solo con algunas horas de sol. Se comportan como perennes y no como anuales. Por regla general todas las integrantes del género necesitan intensa luminosidad pero sin sol directo, ya que son plantas que crecen, originariamente, en el sotobosque de las selvas tropicales. Aquellas que proceden de selvas de hoja caduca, normalmente florecen en invierno puesto a que la ausencia de hojas en los árboles deja pasar el sol, que las alcanza después de una etapa de semidescanso debido a la falta de lluvias (pero siempre con una buena humedad atmosférica). Por lo tanto, a pesar de que existan especies e híbridos adecuados para cualquier ubicación, desde el invernáculo hasta el jardín, será preciso tener siempre presente que la necesidad esencial es una buena luminosidad, con exclusión de los rayos solares directos.
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