La crocosmia Artículo Publicado el 06.05.2015 por Javi
La crocosmia es una planta bulbosa que podemos cultivar en nuestro jardín por la innegable y espectacular belleza de sus flores de ricos tonos cálidos que van del amarillo al rojo vivo. Otra de sus ventajas es que se trata de una magnífica flor de corte que aguantará bien en nuestros arreglos florales.
Esta iridácea es originaria de Sudáfrica y se trata de una planta perenne bulbosa. Los bulbos miden unos 7-8 cm y la planta alcanza una altura de entre 50 y 125 cm según variedades. Formará un denso follaje de hojas alargadas y de color verde intenso que crecen alrededor del tallo. Las flores se desarrollan a partir de los tallos florales y en forma de espiga.
Para su cultivo buscaremos un lugar soleado pero resguardado del viento. El suelo tiene que ser suelto y rico en materia orgánico y contar con un buen drenaje. El riego debe ser regular y constante en la época de floración y dejar que el terreno se seque bien antes de regar. Los bulbos se siembran en primavera y es bueno aportarles fertilización durante la primera fase de desarrollo y la de floración. Lo mejor será usar algún fertilizante que se pueda disolver en agua.
Los ácaros son la plaga más habitual en atacar a las crocosmias. En cuanto a enfermedades la principal y más común es la pudrición de las raíces por exceso de riego o escaso drenaje.
Las variedades de croscomia más apreciadas son la C.aurea cuyas flores son amarillas o naranjas, la C.pottsii que produce flores de color rojo o naranja y la C. x crocosmiflora, un híbrido que produce flores en tonos cálidos.
Los bulbos de la crocosmia se pueden dejar en tierra cuando acaba la temporada o sacarlos y guardarlos en casa. En el primer caso cubriremos el terreno con algún tipo de acolchado para proteger a los bulbos del frío y en el segundo caso los guardaremos entre paja o serrín en un lugar oscuro y seco tras secarlos bien. También podemos aprovechar los hijuelos que desarrollan los bulbos para reproducir la planta por división.
